© 2001 by El Viria
Hola, me llamo Cristina, y es la primera vez que voy a contar la experiencia que vivà hace ahora unos dos años. Si me decido a contarlo es porque he descubierto hace poco con satisfacción, mientras navegaba por internet, que hay muchas otras mujeres que han tenido sexo con animales, aunque en mi caso no fue un hecho premeditado. Y yo pensaba que era la única en el mundo. Es un alivio poder compartir algo que he guardado en secreto tanto tiempo.
Antes de comenzar el relato os diré un poco cómo soy. Tengo 24 años, el cabello negro azabache, ojos negros, piel blanca, mido 1’60 cm. Mis amigos me dicen que soy bastante guapa, yo me veo resultona. Soy algo pechugona y también dicen mis amistades masculinas que tengo un culo muy bonito, tampoco se lo voy a negar ¿no?.
Mis medidas son 105-65-96.
Como ya os dije, todo se remonta a un verano hace 2 años, cuando tenĂa 22, y ocurriĂł en la casa de campo de un chico. Con frecuencia nos juntamos un grupo de amigos para hacer acampadas, y ese verano uno del grupo conocĂa a un chico que tenĂa una casa de campo que estaba vacĂa y organizamos pasar allĂ unos dĂas.
La casa era genial, tenĂa piscina, barbacoa, jardines, era bastante grande.
Nos lo pasamos muy bien. Fuimos 3 chicas y 4 chicos. En la casa habĂan 2 perros guardianes permanentemente, eran enormes, una pareja de gran danĂ©s que intimidaban, pero cuando el dueño nos lo presentĂł no parecĂan tan temibles, eran muy cariñosos y muy nobles, pero nunca habĂa visto perros tan grandes.
De dĂa nos pasabamos el rato bañándonos en la piscina, hacĂa realmente muchĂsimo calor, y por la noche, antes de acostarnos, jugábamos a juegos de mesa o a las cartas, algunos juegos eran picantes. En el grupo habĂan dos parejas, yo era la Ăşnica chica que no tenĂa novio, aunque estaba loquita por uno de los chicos, Oscar y, francamente, esperaba que ocurriera algo entre los dos en esos dĂas.
Una de las noches nos quedamos jugando de madrugada a un juego muy picante y recuerdo que ya habĂamos bebido todos muchĂsimo. Una de las parejas se retirĂł a una habitaciĂłn y oĂamos claramente cĂłmo lo hacĂan. Yo no aguanto mucho el alcohol, y aquella noche bebĂ demasiado, de modo que me emborrachĂ© rápidamente y decidĂ salir a tomar el aire un rato para ver si se me pasaba un poco y volver luego con Oscar.
ComencĂ© a andar dando tumbos, sentĂa que todo me daba vueltas. La noche era muy agradable, seguĂa haciendo calor, pero soplaba una brisa fresca. Al llegar a un cobertizo me parĂ© y me sentĂ© en el suelo con la espalda en la pared. Estaba realmente borracha pero me sentĂa bien sentada, incluso eufĂłrica. No se oĂa nada desde la casa, sĂłlo el sonido de los grillos. CerrĂ© los ojos y empecĂ© a pensar en Oscar.
Pensaba en cĂłmo me acariciarĂa por todo el cuerpo y en cĂłmo me harĂa suya, estaba muy bueno. EmpecĂ© a tocarme las tetas y me puse cachonda, estaba empezando a mojarme y bajĂ© la mano. Me bajĂ© los vaqueros cortos que llevaba puestos junto con las bragas hasta las rodillas y empecĂ© a frotarme, nadie me podĂa ver, me masturbĂ© pensando en Oscar metiĂ©ndome su verga hasta el fondo y haciĂ©ndome gozar, realmente tenĂa muchas ganas de follármelo, hacĂa tiempo que no lo hacĂa desde que rompĂ con mi Ăşltimo novio.
Al poco rato me corrĂ y me quedĂ© dormida. Recuerdo que estaba soñando en que me metĂa su lengua dentro de mĂ, era delicioso y parecĂa real, despertĂ© sobresaltada, ¡la sensaciĂłn ERA real! Medio atontada me fui dando cuenta de que tenĂa ante mĂ a uno de esos enormes perros, un gran danĂ©s con su enorme cabeza entre mis piernas. Ese perro me estaba chupando el coño. Le apartĂ© de mĂ con la mano, diciĂ©ndole
“¡No! ¡fuera! ¡vete!”
pero el perro no me hacĂa caso y volvĂa al lameteo. Era algo asqueroso, no podĂa permitir que un perro me pasara la lengua por mi coño, pensĂ© que me podrĂa transmitir alguna enfermedad.
InsistĂ con más fuerza mientras me echaba a un lado, pero me sentĂa torpe por la borrachera. IntentĂ© incorporarme pero la cabeza nuevamente me empezĂł a dar vueltas, de modo que lentamente me puse de rodillas con intenciĂłn de levantarme.
Mis movimientos eran lentos, como en cámara lenta, le dĂ la espalda al perro, que entonces desistiĂł de su labor y se echĂł para atrás. Aun estaba con el culo al aire, pero al notar que el perro ya no me lamĂa más el coño, pensĂ© que ya no intentarĂa nada, de modo que seguĂ asĂ, de rodillas y erguida, quieta, esperando que el mundo dejara de girar a mi alrededor.
Cuando ya parecĂa que la cosa iba mejor, decidĂ que era el momento de levantarme, de modo que puse mis manos en el suelo para darme impulso y en ese momento, estando a cuatro patas, ocurriĂł: el animal se me montĂł por detrás sin avisar, sentĂ que algo muy pesado me cubrĂa la espalda y me tiraba al suelo, se me doblaron los brazos por lo inesperado y casi me doy de bruces.
Mientras trataba de pensar quĂ© o quiĂ©n me habĂa tirado hacĂa abajo con tanta fuerza, sentĂ que algo me cogĂa por mis caderas y me traĂa hacia atrás y cuando descubrĂ con terror que era el perro, sentĂ la primera estocada de lleno en mis nalgas. IntentĂ© incorporarme como podĂa para mirar hacia atrás. ¡No podĂa creerlo!
El perro me querĂa follar. No podĂa ser verdad, era como un sueño. Estas cosas no pueden suceder. SentĂa que lo que estaba viviendo era una pesadilla, algo irreal.
Una nueva estocada en mi culo me hizo reaccionar. La cosa iba en serio. “Dios, que me la va a meter”. Como pude, intentĂ© evitar que el perro me penetrara, pero lo Ăşnico que podĂa hacer era avanzar a gatas con lentitud, teniendo en cuenta el peso del perro encima de mĂ, los pantalones a la altura de mis rodillas, y que mis reflejos no estaban en su mejor momento. ConseguĂ avanzar algo pero el perro me tenĂa bien sujeta y era más rápido.
Mientras avanzaba Ă©l tambiĂ©n lo hacĂa y sin dejar de martillearme el culo. En cada acometida me estaba haciendo daño, lo hacĂa con fuerza, pero lo que más temĂa era que en una de ellas hiciera diana ¡y podĂa hacerlo en cualquier agujero!
Yo estaba de los nervios, mirĂ© alrededor por si habĂa alguien, pero me daba vergĂĽenza pedir ayuda en esa situaciĂłn. Tampoco me atrevĂ a pegarle al perro, era un perro imponente y temĂa que me mordiera. Y seguĂa con las embestidas. Y en una de ellas, se acercĂł mucho. Si seguĂa no tardarĂa en conseguirlo, el pensamiento de que esa bestia me violara me diĂł fuerzas para insistir en escapar, de modo que seguĂ gateando, pero era inĂştil, era más rápido que yo, y además, comprobaba que al moverme, le resultaba más fácil acercarse, es más, Ă©l sabĂa que estaba cerca y aumentĂł el ritmo, “me la va a meter, me la va a meter…” – pensaba, y sentĂ cĂłmo en una de las arremetidas acertĂł con su verga en mi hoyo, yo peguĂ© un gritito al sentirle, sĂłlo metiĂł la punta, pero fue suficiente.
Estaba equivocada si pensaba que me tenĂa sujeta fuerte con sus patas delanteras por mis caderas, me sujetĂł aĂşn más fuerte y empezĂł a culearme con fuerza. No podĂa hacer nada. Me quedĂ© quieta, muy nerviosa, aguantando como podĂa las acometidas.
“Uuf…uuf…uuf…mierda…Ouch!…uuf…uuf…cabrón!”
No habĂa nada que hacer salvo mantenerme a cuatro patas y dejar que me culeara, y vaya si me culeaba, sentĂ que cada vez lo hacĂa más rápido y con más fuerza. En varias ocasiones me hacĂa perder el equilibrio de la violencia. Era un animal muy fuerte.
MirĂ© hacia atrás y comprobĂ© cĂłmo me estaba poseyendo. VeĂa su pene entrar y salir con muchĂsima rapidez, nunca habĂa visto (ni sentido) nada igual.
DebĂa tener una verga bastante grande porque sentĂ que llegaba hasta el final. Mis tetas se movĂan al ritmo de las embestidas hacia adelante y hacia atrás. Entonces, mientras veĂa alucinada mis tetas bamboleándose con violencia, algo ocurriĂł dentro de mĂ.
Puede que fuera la borrachera que llevaba encima, puede que el morbo de la situaciĂłn o puede simplemente que estaba recibiendo la mayor jodienda de mi vida, el caso es que me empezĂł a invadir la sensaciĂłn más placentera que he sentido nunca. Estaba muy excitada, no sabĂa cĂłmo iba a terminar esto, pero me dejĂ© llevar por las sensaciones. Poco a poco empezaron a salir gemidos de mi garganta.
Al animal parecĂa que le habĂan dado cuerda, era una máquina de taladrar, y su pene me tenĂa llena la vagina. La punta tocaba el tope de mi interior desde hacĂa rato.
TambiĂ©n sentĂa cĂłmo me golpeaba la entrada de mi coño con sus huevos (eso era lo que yo creĂa entonces). IntentĂ© pasar una mano por debajo de mĂ para tocarme el clĂtoris, pero las estocadas me hacĂan perder el equilibrio y tenĂa que volver a estar a cuatro patas. Estaba a su merced. Me sentĂa como una esclava suya.
Mi nivel intelectual por los suelos. Pero era su potencia, su poder sobre mĂ y la sensaciĂłn de sumisiĂłn lo que me estaba poniendo cachonda.
Y justo cuando me iba a correr, de pronto se para, se echa más encima mĂa y me aprieta aĂşn con más fuerza. “¡¡Estaba intentando meterme sus huevos!! o lo que fuera”.
“Aaah…mieeeerdaaaa…uuunnnnn…uuunnn…mierda…pero qué me estás metiendoooouffff…ufff…ufff”
No sabĂa nada de anatomĂa perruna y creĂa que me estaba metiendo los huevos, pero era como una bola que me estaba dilatando al máximo. TenĂa el coño muy mojado y notaba que me estaba entrando, pero me dolĂa, era algo muy grande, pero yo querĂa tenerlo. PasĂ© una mano para atrás y sujetándole una de sus patas traseras, le empujĂ© hacia mĂ para que eso entrara de una vez.
Finalmente me entrĂł, yo no podĂa más y empecĂ© a correrme y le empezĂ© a culear. El perro me respondiĂł con nuevas embestidas cortas y rápidas.
“oooohhh! ooooohhhh! uuuuuuuuuugggggggggggghhh!!!”
TenĂa los dientes apretados de la intensidad del placer, era el orgasmo más largo y fuerte que habĂa tenido. Además, notaba que su pene y la bola se hinchaban más. Al entrar la bola, notĂ© que la punta de su polla penetrĂł en el cuello del Ăştero. Era como si me estuviera metiendo su polla en mis entrañas. Al poco empezĂł a correrse, y sentĂ chorros de esperma hirviendo dentro de mĂ, y no paraba de correrse, y empezaba a fantasear que me iba a salir su semen por la boca y tuve el segundo orgasmo.
SentĂ su leche que se salĂa de mi interior, a pesar de estar sellada, bajando por mis muslos, tal era la cantidad de semen que me estaba soltando el semental. Yo no pude más y me dejĂ© caer, estaba desfallecida. El perro se mantuvo un rato encima mĂo y no sĂ© quĂ© hizo que se diĂł la vuelta pasando una pata por encima mĂa, pero no se iba, entonces tirĂł de mĂ y me dĂ cuenta de que aĂşn estaba pegado a mĂ.
No tirĂł fuerte, de modo que no me produjo dolor, pero yo estaba alucinada de cĂłmo habĂa podido darse la vuelta sin sacarme su polla.
LevantĂ© una de mis piernas para observar sus atributos y vi sus huevos, pegados a mi culo, entonces entendĂ que no eran sus huevos lo que me habĂa metido dentro y me mantenĂan atada a Ă©l…pegada… estaba pegada al perro. No podĂa escapar. Si llegaba alguien no podĂa impedir que viera lo que estaba ocurriendo.
EmpecĂ© a recordar las posturas de algunos perros que vĂ de pequeña, nunca me preguntĂ© por quĂ© estaban pegados por el culo. Ahora lo entendĂa. Estos animales tienen una bola que forma parte de sus atributos, una vez que la cuelan se hincha y ya no hay manera de sacarla. Me preguntaba cuánto tiempo ibamos a estar asĂ, pero me daba morbo sentirme asĂ, me toquĂ© el vientre para notar el bulto que estaba en mi interior. CalculĂ© que su tamaño debĂa ser mayor que el de una pelota de tenis.
Quizás llegara al doble. Me sentĂa como una perra enganchada a este animal con un pene enorme en mi interior presionando en mi barriga y ese bulto hinchado dentro de mi. Me volvĂ nuevamente a cuatro patas y pasando mi mano entre las piernas me toquĂ© el clĂtoris que estaba bastante hinchado y afuera y empecĂ© a disfrutarlo.
EmpecĂ© a masturbarme hasta llegar pronto a un nuevo orgasmo, era el tercero. Pasados lo que supongo eran unos 20 minutos, y tras otros orgasmos, su bulto flaqueĂł un poco y saliĂł de mĂ, dejándo salir un chorro de más semen de dentro de mĂ. Me quedĂ© sentada viendo el increible rabo que tiene el perro y no me podĂa creer que todo ESO habĂa estado dentro de mĂ. Es increible lo que una vagina puede dar de sĂ, claro, que si cabe un niño, tiene que ser bien flexible.
El perro se alejĂł de mĂ muy contento y feliz despuĂ©s de tirarse a su perrita y yo seguĂ un rato mientras me reponĂa, porque estaba exhausta, y pensaba todo lo que habĂa ocurrido. Realmente me habĂa follado un perro y lo más curioso es que me gustĂł mucho. Me puse los pantalones y decidĂ no contar nada de lo ocurrido.
Y asà hasta que hace unas semanas, mientras buceaba por la red de redes descubrà una serie de relatos, de los que muchos deben ser mera ficción pero otros creo que no. Y encontré canales de charlas para personas que han tenido relaciones sexuales con mascotas, y el hecho de saber que otras personas han experimentado lo mismo que yo me hizo sentir mucho mejor.