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🇪🇦 Mi mujer le chupó la polla a un caballo

4.8
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© 2024 by Pluma Morbosa

Estaba junto a mi mujer, Diana, pasando un estupendo fin de semana romántico, en una casa rural, rodeado de naturaleza. En ese momento practicábamos senderismo por la zona, ya que nos gusta bastante andar y el deporte en general. Cuando volvíamos a la finca en la que estábamos alojados, descubrimos que cerca de ella, había un caballo en un llano que pastaba tranquilamente.

– Cariño, parece dócil, vamos acercarnos y me sacas unas fotos con el -me proponía mi mujer, seguidamente nos aproximábamos, el animal estaba acostumbrado a los humanos, ya que se dejaba tocar.

– Cuidado, no te pongas detrás, no vaya a ser que se asuste y se líe a tirar coces -le indicaba mientras empezaba a sacar fotos en diferentes posturas y ángulos. Mis ojos se posaban en mi mujer, consciente de la suerte que tenía de estar a su lado. La admiraba de arriba abajo, desde su pelo largo castaño, con mechas rubias, hasta sus sensuales labios y perfecta sonrisa. Sus ojos claros, una mezcla entre verdes y azules, brillaban con intensidad. Su piel bronceada, ya que le encantaba tostarse al sol, me volvían loco esas marcas blancas que le dejaba el bikini. Sus pechos eran firmes, de un tamaño medio, sus pezones en forma de timbre, quedaban muy morbosos marcados en su top deportivo. Sus curvas pronunciadas y su trasero impresionante desafiaban a la gravedad con su magnitud y redondez. Los leggins ajustados marcaban tanto su vagina como el tanga, realzando aún más su figura. Sin duda, el cuerpo de mi mujer era un espectáculo visual que atraía miradas y despertaba deseos prohibidos.

– ¿Es macho o hembra? -preguntaba Diana mientras se agachaba a comprobarlo.

– Yo diría que macho -le contestaba de forma irónica, ya que era evidente.

– ¡Madre mía! ¡Que pedazo de pollon tiene! ¡Parece un brazo, es enorme! -exclamaba ella mientras lo observaba a pocos centímetros.

– ¿No quieres que te saque una foto de recuerdo al lado de esta monstruosidad? -le soltaba a modo de broma.

– Venga va, sácame una, que luego se la pasaré a mis amigas, para echarnos unas risas -me indicaba, mientras se ponía de cuclillas, bien abierta de piernas, lo que hacía que su coño se apretara y se marcara aún más contra sus leggins. Sus pezones también se apreciaban a la perfección en el top. Con una mano hacía el gesto de cuernos y con la otra agarraba la inmensa polla del caballo. Esa imagen provocó algo inesperado en mí, una sensación morbosa y salvaje, que hacía que mi miembro, se pusiera duro como una roca, y mi imaginación se desatara.

Una vez tiradas las fotos, nos volvimos a la casa rural. Durante el camino iba callado y nervioso debido a lo que acababa de presenciar, pero la sensación que dominaba mi cuerpo era la excitación. Ya en la vivienda, me fui al baño, para poder ver tranquilamente las fotos de mi mujer, realmente me provocaban una gran erección, aunque sucumbí a la tentación de masturbarme, no llegue a eyacular, ya que quería mantener los huevos llenos de leche. Estuve buscando información sobre el tema en internet, donde se podía leer:

Los caballos con los penes más grandes son generalmente los purasangre y los árabes, con una longitud promedio de 60 a 80 centímetros y un diámetro de 10 a 15 centímetros. Sin embargo, hay una gran variabilidad en la raza equina y el tamaño del pene puede depender de muchos factores, incluyendo la edad, la salud y la genética. La cantidad de semen que puede eyacular varía según factores. En general, un caballo puede eyacular entre 100 y 200 mililitros de semen en una sola eyaculación. Sin embargo, algunos caballos especialmente fértiles pueden eyacular hasta 250 mililitros o más en una eyaculación.

Me quedé alucinado leyendo esa información, sobre el tamaño y la cantidad de leche que podían producir estos animales, hasta 250 ml, lo que era el equivalente a un vaso lleno de lefa. No dejaba de fantasear con esa idea, la de un caballo corriéndose y chorreando a mi mujer, en la boca y en su rostro e inundándola de espeso semen equino. hablaría con Diana, le propondría un trato.

– Cariño, ¿te acuerdas de aquel favor que me debes? De cuando me obligaste a ir de vacaciones con tus padres y tu madre hizo la estancia insoportable. Me dijiste, que me darías carta blanca para pedir lo que quisiera y que no te ibas a negar a cumplirlo. Ha llegado el momento de cobrar esa deuda.

– Vale, supongo que es lo justo. ¿En qué habías pensado?

– Vas a creer que estoy loco, pero una promesa es una promesa. ¿Estás segura de que cumplirás tu palabra? -le insistía preocupado de que me mandara a la mierda y se negara a hacerlo.

– Te he dicho que sí, déjate ya de suspense y dime lo que quieres.

– Mira esto es lo que quiero -a continuación, le enseñaba la foto donde salía cogiendo la polla del caballo.

– Un caballo? -preguntaba confundida.

– No exactamente… Quiero que la mujer de la imagen, le haga una mamada al animal, hasta que el equino eyacule en su cara y en su boca, y la inunde completamente de semen.

– ¿Estás de cachondeo?  déjate ya de tonterías y dime lo que realmente deseas.

Me pasé un buen rato hablando con Diana, ya que al principio no se creía nada. Pensaba que estaba de broma, pero le empecé a confesar todo lo que sentí cuando ella tocó el miembro del caballo. Le expliqué que, desde ese instante, iba muy caliente y sin poder quitarme esa idea de la cabeza. Ella flipó bastante, pero no se pudo negar, porque es una mujer de palabra y eso en una persona lo es todo. Acabamos de concretar lo que haría y también la convencí para grabar la escena y tener un recuerdo de ese instante. Nos preparamos y nos fuimos hacia donde estaba el animal.

– Joder, estoy muy nerviosa, a ver si nos va a ver alguien -expresaba preocupada cuando ya estábamos en el lugar.

– Si no hay nadie, solo campo -intentaba tranquilizarla para que se centrara a lo que habíamos venido.

– Y que hago ahora?

-Pues quítate la ropa y quédate completamente desnuda -le indiqué y Diana se empezaba a desnudar, primero el top, quedando sus firmes pechos al descubierto, luego se bajaba sus apretados leggins y seguidamente se deslizaba y quitaba el tanga, solo se dejaba las zapatillas deportivas.

– Cariño estas espectacular, no me canso nunca de ver tu cuerpo, y que cachonda eres, que te has rasurado los pelos del coño, en forma de corazón.

– Si, pensando en nuestro fin de semana romántico… y aquí estoy, desnuda y apunto de chupársela a un caballo.

– Como tiene que ser, una mujer cumplidora y de palabra -le soltaba en plan burlesco y ella me miraba con cara de pocos amigos.

– Bueno empiezo ya… -me comentaba y yo comenzaba a grabar con mi móvil.

– Agáchate como antes, de cuclillas y con las piernas bien abiertas y se la empiezas a menear -le ordenaba y se ponía en esa posición, dejando su bonito coño rosado y depilado en forma de corazón, abierto de par en par. Empezaba a pajear al caballo, eso ya me estaba poniendo muy caliente, me sacaba la polla y aprovechaba para masturbarme yo también. Poco a poco iba subiendo de intensidad y el miembro del animal crecía.

– ¡Joder! ¡Que monstruosidad! -exclamó alucinada Diana, cuando el pene del animal, que relinchaba de placer, estaba con una gran erección, gracias a que ella le había estado pajeando a dos manos.

– Chúpasela ahora venga, que para eso has venido, no te hagas la mojigata -en ese instante, abrió su gran y perfecta boca, para engullir carne de polla de caballo, esa escena tan depravada, me excitaba muchísimo. Pensaba en cómo, podía mi mujer ser tan puta y golfa, para estar comiéndole el miembro a un animal, desnuda en el campo, mientras yo la grababa y me la pelaba.

– No puedo ni tragarme el glande entero, ¡Es enorme!

– Ponte de pie, y restriégate su polla por el coño -seguía mis instrucciones y empezaba a pasarse la polla equina por su vagina, intentaba meterse un poco el glande, ya que le insistí, pero el tamaño de ese rabo era demasiado grueso. Le volvía a ordenar que se pusiera de cuclillas y ahora que frotara con sus pechos el aparato reproductor de la bestia.

– ¿No quieres que te la chupe a ti también? -Me preguntaba en un tono de voz que evidenciaba que ella ya estaba cachonda, pude observar que su coño abierto parecía mojado. Yo seguía grabando todo sin perder detalle.

– ¡Claro que quiero! ¡Maldita furcia! ¿Ya veo que estas excitada, con lo reticente que has sido al principio, te das cuenta de lo tremendamente puta que eres, por hacer esto? -le recriminaba e insultaba, ya que eso me ponía mucho.

– ¡Si, joder! ¡Soy perfectamente consciente! -contestaba chillando y empezaba a engullir mi rabo, tenía una polla en cada mano, e iba combinándolas, la mía se la tragaba hasta el fondo, pero cada vez que se introducía la cabeza del miembro del animal, parecía que le iba a estallar la boca. De pronto el caballo relinchó y empezó a soltar densos chorros de semen, que caían en el rostro de mi mujer, inundándole la cara y tiñéndosela de blanco. Se puso el glande equino en la boca, para que la caliente leche, le fuera a parar dentro de su cavidad. La bestia seguía soltando disparos de lefa hasta que, Diana no pudo más, debido a la gran cantidad de esperma recibido, que había dentro de su boca y colapsó sacándolo por la nariz.

– ¡Esto es una locura!, estás chorreando semen por todas partes, el que tienes en la boca mantenlo, no se te ocurra escupirlo -le indicaba mientras seguía grabando y viendo como el rostro de mi mujer, estaba inundado por el denso jugo de los cojones del caballo, la cavidad bucal le rebosaba y el que tenía en la cara, se iba deslizando por su cuerpo, goteando gran cantidad, de densos hilos blancos, que quedaban en suspensión. No me lo pensé dos veces, dejé el móvil, agarré a Diana del brazo con fuerza para que subiera, la giré y la incliné de frente contra el caballo. La cogí por atrás agresivamente del pelo, para mantenerle la boca en alto, le ordené que la cerrara para que no le cayera ni una gota de lo que tenía dentro. ella apoyaba sus brazos en el animal, tenia mi mujer a mi merced, con sus enormes y redondas nalgas, con esa marca de sol que le dejaba el tanga en la zona. Le abrí el culo y metí mi polla, sin lubricar en su ano, ella gritaba de dolor, me la follé brutalmente durante un rato, como si fuera una yegua salvaje, azotando sus nalgas. Veía como todo el semen de caballo seguía goteando por su rostro y cuerpo, cambié de orificio y castigué duramente su coño hasta que estaba a punto de correrme.

– ¡De rodillas y abre la boca! -le ordené firmemente, mientras yo cogía de nuevo el móvil para seguir grabando. Ella se ponía en posición y en ese momento, un enorme orgasmo, hizo que empezara a soltar chorros de semen, que caían en su cavidad bucal y rostro, mezclándose con el denso esperma de caballo. Me quede admirando y grabando en primer plano unos minutos, toda la leche que se le seguía desparramando a Diana. Después hice que jugara un poco con la lefa equina y humana mezclada, finalmente le di la orden para que la tragará. Le costó varios intentos, pero por suerte se acabó deslizando por su garganta, hacia el interior del estómago. Fue toda una experiencia para ella, Cuando acabó el fin de semana rural, volvimos a nuestra vida rutinaria. Ese día, fue el primero de muchos, que mi mujer tuvo contacto con el mundo de la zoofilia.

“Si os ha gustado el relato, no dudéis en dejar vuestros comentarios. Dar las gracias a los que puntúan con cinco estrellas. Saber que los lectores valoran el tiempo invertido es una gran motivación para seguir escribiendo. Gracias.”

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